Historia de familia
Por Graciela Azcárate
Los judíos en América
(1 de 4)
Nadie me
presta atención, brizna
Evadida
de una tribu asimilada-perdida
En el
asfalto amargo de urbes sin bondad divina.
¿ Qué
más da si soy judío o cristiano?¿Qué más da?
Slelomó
Avayóu. Caballos en Jerusalén.
Torquemada,
Hermano Mío.
En la
conferencia dictada por Plinio Apuleyo Mendoza en la Universidad Católica, en
el marco de la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, éste insistió
en la postura que debe tener el periodista.
No sólo debe informar sino que debe orientar.
La
orientación no sólo debe partir de los titulares, las noticias diarias, y los
artículos de opinión. El periodista debe orientar éticamente, aún desde las
páginas de una revista social.
En
República Dominicana, tanto las familias de origen palestino como las de origen
judío han convivido fraternalmente, quizás remedando la armonía heredada de la
vieja España musulmana.
“Historia
de familia” se suma al clamor mundial por el cese de la muerte y el horror en
Israel y Palestina.
La
situación trágica que vive el pueblo palestino y judío exige responsabilidad en
la información y sobre todo una orientación veraz y desencantada de dos pueblos
que en realidad comparten una historia común desde hace milenios
Sefardita
es una palabra que aparece desde la antigüedad entre los judíos del viejo
Templo, y se usaba para referirse a "Sepharad" que no es más que la
península de Iberia en España. Abarcaba de manera indivisa Portugal y España
En
la Biblia en el Libro de Abdias se refiere a ella como a Tarsis (tartesos) y
"Sarphat" (Francia).
En
tiempos bíblicos “Sepharad" era la indicación para los judíos de los
países de ultramar del oeste colonizados por los Fenicios. Jonatán dijo en el
"Targum" que muchos refugiados de Jerusalén fueron a vivir a las
ciudades de Iberia. La literatura bíblica judía identifica a
"Sepharad" con Portugal y España. "Sepharad" significa una
persona judía nacida en España y Portugal.
La intolerancia
religiosa que vivió España y que culminó con la expulsión de judíos y árabes,
en 1492 por parte de los Reyes Católicos marcaría un ante y un después en la
historia de esos dos pueblos.
En el
marco de terror impuesto por La Inquisición, entre los judíos aparece el
converso. Un nuevo y fascinante retrato emergió de los descendientes de estos
judíos secretos que disfrazados de católicos o protestantes
guardaron vivas las tradiciones clara manifestación de sus orígenes judíos.
En la
actualidad muchas familias celebran el Encendido de las Velas los viernes por
la noche, circuncidan a sus hijos recién nacidos, comen pan delgado en la
Pascua o Semana Santa, se acostumbraron a comer una variación de los panes
ácimos o Matzo, pan sin levadura, conocido como tortilla o arepas, hechas de
maíz molido, usan nombres bíblicos, y mantienen las tradiciones familiares de
no comer cerdo o puerco.
La
estirpe de los judíos sefarditas de la Península Ibérica hablaron y aùn lo
hacen en algunas zonas, un dialecto judeo-español y escrito en caracteres
hebreos, llamado “ladino”.
En
España y Portugal , durante la Edad Media, cristianos. árabes y judíos
convivieron y colaboraron amistosamente, pero nunca hubo una completa fusión
racial, religiosa ni cultural. Las leyes judías prohibían los matrimonios
mixtos. También estuvieron prohibidos por leyes cristianas desde el Concilio de
Elvira en 306. Sin embargo, las leyes no se aplicaban estrictamente. Las
persecuciones antisemitas durante la época visigoda inclinaron a los judíos
españoles a aliarse con los invasores musulmanes, a los que consideraron como
libertadores. Los árabes premiaron esta colaboración asignando a las
comunidades judías el control de ciertas plazas importantes. Estas comunidades
se desarrollaron rápidamente y adquirieron gran prosperidad, como en Córdoba,
Sevilla, Granada, Toledo. La época del Califato de Córdoba marcó el apogeo de
los árabes y los judíos españoles de Andalucía.
El judío
cordobés Moisés ben Maimón o Maimónides (1135-1204), llamado por algunos el
Santo Tomás del Judaísmo, fue el filósofo judío más importante de la Edad
Media. Su gran labor fue fundamentar el judaísmo sobre los principios de la
razón. La invasión de los Almohades le obligó a huir de Córdoba, residiendo en
Almería. Luego emigró a Fez, y más tarde a El Cairo, donde fue médico de sultán
Saladino. Su obra maestra es la Guía de los dubitantes, donde intenta la
reconciliación entre la razón y la fe religiosa. Otra luminaria judía de la
Edad Media española fue el poeta Yehuda Halevi, toledano del siglo XI.
Las
invasiones posteriores de los fanáticos Almohades, que trataban de purificar el
Islam, persiguieron tanto a los judíos como a los cristianos. Un gran número de
ellos se vieron forzados a huir a tierras cristianas. Durante la reconquista, a
medida que los ejércitos cristianos avanzaban hacia el sur, los reyes concedían
privilegios a los judíos, con el fin de repoblar las ciudades reconquistadas.
La población judía creció, llegando a ser la más importante de Europa. Los
judíos eran grandes emprendedores comerciales, médicos, recaudadores de
impuestos y hasta consejeros de reyes. Servían a los grandes señores como antes
habían servido a los árabes. Tuvieron un papel importante en el desarrollo de
la economía y de la vida intelectual española. Un autor americano, William
Thomas Walsh, calcula que a finales del siglo XIII la población judía en
Castilla debía aproximarse a los cinco millones, ya que cada varón judío adulto
debía pagar al año un impuesto de tres maravedises, y en 1284 se recaudaron
2.561.855.
Durante
la mayor parte de la Edad Media, judíos y cristianos convivieron en paz y
armonía, en contraste con el resto de Europa. Si había un lugar donde los
judíos pudieran sentirse seguros, era en España.
Inglaterra
y Francia habían expulsado a los judíos en los siglos XIII y XIV
respectivamente por presión de las clases más elevadas de la sociedad, que
temía la competencia económica de los hebreos. Parte del pueblo, resentía la
riqueza y el poder que los judíos habían acumulado y que se expresaba en la
usura. Se miraba con recelo el separatismo social y su orgulloso exclusivismo
religioso, racial y cultural. Fue hacia finales del siglo XIV cuando en
diversas localidades estallaron tumultos dirigidos contra los judíos, como en
Sevilla en 1391. Los desórdenes se extendieron a otras partes de Andalucía,
Castilla, Barcelona. Los reyes intervinieron en favor de los judíos, ordenando
la reconstrucción de las aljamas destruídas. A pesar del orgullo y exclusivismo
judío, y de las prohibiciones de las leyes, hubo muchos matrimonios mixtos
entre judíos y cristianos.
Se
calcula que el número de hebreos que practicaban el judaísmo en el reino de
Castilla antes de la expulsión en 1492 era solamente de unas 35.000 a 40.000
familias. Entre los conversos más ilustres hay que destacar a Salomón Halevi,
rabino mayor de Burgos, convertido con toda su familia al cristianismo en 1390,
adoptando el nombre de Pablo de Santa María. Llegó a ser canciller de Castilla
y obispo de Burgos.
El
colaboracionismo de los judíos del siglo VIII con los invasores árabes fue el
caldo de cultivo de la posterior expulsión pues no había desaparecido de la
memoria de los españoles. A finales del siglo XV, cuando estaba a punto de
consolidarse la unidad nacional, existía la creencia más o menos justificada,
de que elementos judíos, por sus relaciones con los árabes del norte de Africa,
representaban un peligro para el Estado.
La reina
Isabel, logró la unidad nacional con la conquista de Granada y trató de forjar
una unidad religiosa que disminuyera el problema político. Promulgó el edicto
de expulsión para aquellos judíos que no adoptaran el cristianismo. Muchos
optaron por la conversión, otros prefirieron el exilio, extendiéndose por las
regiones del norte de Africa, Turquía, y los Países Bajos. Los que quedaron en
España estaban ya casi completamente asimilados medio siglo después. Los que
partieron, llamados sefarditas, continuaron hablando y escribiendo castellano
hasta nuestros días. En fechas más recientes, muchos de los sefarditas han
emigrado a Israel, donde irónicamente son considerados ciudadanos de segunda
clase, pues existe una discriminación innegable en favor de los israelíes
procedentes del norte de Europa.
Después
de la expulsión de judíos en 1492, los sefarditas se asentaron en el Norte de
Africa, Italia, Egipto, Palestina, Siria, los Balkanes y el Imperio Turco.
Más
tarde, estas comunidades fueron reforzadas con más refugiados provenientes de
Portugal.
Otros
grandes grupos se ubicaron en Holanda, las Indias Occidentales y Norteamérica.
Ellos y
sus descendientes fundaron las comunidades judías de Hamburgo, Ámsterdam,
Londres y Nueva Ámsterdam, mejor conocida como New York City en Estados Unidos.
Al haberse trasladado a tierras más tolerantes, muchos de estos conversos
abiertamente volvieron al judaísmo.
La
llegada de Cristóbal Colón y el descubrimiento de América fue una fuente
de controversias entre los especialistas y la contribución de judíos y
conversos al descubrimiento de América parece haber sido de suma trascendencia.
Historiadores
como Salvador de sostienen que los Colombo descendían de judíos mallorquines
(xuetas o chuetas) establecidos en Génova en el siglo y que Cristóbal Colón era
un converso.
Cuando
el almirante llegó a Portugal se casó con Felipa Moniz, cristiana nueva de
origen judío. En Portugal, Colón obtiene ayuda de los judíos para su proyecto,
así como apoyo científico a través de mapas, tablas de astronomía y los
trabajos de Abraham Zacuto.
En
Castilla es ayudado por el duque de Medinaceli, nieto de una judía. En la corte
le ayudaron también Abraham Senior y Ashaq Abravadel, colaboradores de la
reina, y en su favor intervinieron los conversos Juan Cabrero, Alfonso de la
Caballería y Luis de Santángel.
Este
último adelantó 70.000 ducados para financiar la empresa.Entre los tripulantes
de las naves figuran un intérprete de hebreo y varios hombres de origen judío.
Entre los 120 navegantes del primer viaje no había ningún sacerdote católico.
Es importante
la historia de Colón y del marinero morisco Rodrigo de Triana.
Rodrigo
de Triana fue un marinero de origen musulmán, miembro integrante del primer
viaje americano de Cristóbal Colón. Su verdadero nombre era Juan Rodríguez
Bermejo, un morisco procedente de Los Molinos en Sevilla. Formó parte de la
tripulación del primer viaje de Colón a América, y pasó a la historia por ser
el primero en divisar tierra desde su puesto de vigía en La Pinta, en la
madrugada del 12 de octubre de 1492.
Lo que
Rodrigo avistó fue una pequeña isla del archipiélago de las Lucayas en las
Bahamas. Su nombre indígena era Guanahaní y Colón la llamó San Salvador Rodrigo
de Triana no pudo cobrar los 10.000 maravedíes de recompensa que habían
prometido los Reyes Católicos al primero que divisara tierra, ya que Colón
adujo haberla visto antes que él y se embolsó la suma.
En 1525,
Rodrigo de Triana participó en la expedición del fraile dominico García Jofre
de Loaisa (1480-1546) a las Molucas.
Historia
de familia
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Graciela Azcárate
Los
judíos en América
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Cuando
las legiones romanas invadieron el reino de Judea la población fue
mandada al exilio a través de las dilatadas fronteras del Imperio Romano.
Muchos de ellos fueron mandados a la península ibérica. Esa zona fue
conocida por su significado en hebreo, Sephard "muy lejos".
Los
judíos en España y Portugal fueron conocidos como "sepharim" o
"sephardi" y "sephardim" todo lo vinculado a ellos,
inclusive nombres, costumbres, genealogía y ritos religiosos,
llegaron a ser conocidos como "sephardic".
Los
nombres de sefarditas estaban muy desarrollados en Aragón hacia el año
1213. Muchos de los nombres de esa época son una derivación hebrea.
En
muchos casos aparece el primer nombre y su ubicación geográfica como resultado
de la conversión. Los documentos de la época estiman que la población judía en
Iberia, llegaba aproximadamente a 750,000 personas.
En
el año 1492, fueron desterrados de España por real decreto de Isabel y Fernando
y se dice de éste que su abuela era judía.
Los judíos de Portugal fueron desterrados varios años más tarde. En
ambos países se dio la opción de permanecer y restaurar los derechos
civiles a todos los judíos que se quisieran convertir al catolicismo . Estos
conversos fueron llamados conversos o marranos en alusión a los puercos.
Parte
de la población judía convertida lo fue en apariencia y como forma de no
tener que exiliarse pero en lo profundo de sus practicas siguió fiel a su
religión. La sociedad de la época se conformó entonces con "cristiano
nuevos" o marranos, pero se instauró un sistema de controles para
determinar la "limpieza de la sangre".
La Santa
Inquisición fue la institución que se creó para fijar la limpieza de sangre y
que ejerció un reinado de terror y muerte tanto en tierras bajo el
control español o el portugués o bajo el control de países poderosamente
influidos por la Iglesia Católica. Fue una institución que se exportó al
Nuevo Continente. Los nombres identificados como sephardic en el ámbito
civil y religioso registran nombres que han sido usados tanto por el
español y judíos portugueses y conversos y muchos hoy día son encontrados en
Hispanoamérica y en comunidades sefarditas de Turquía, Salónica y Holanda. Nombres
como Abranel es de inconfundible origen judío y otros nombres,como Ibn Yahia,
demuestra su origen árabe. poniendo de relieve los siglos de convivencia entre
judíos, moros y cristianos en tierras de la península ibérica. Apellidos como
Castro y Franco parecen ser de origen hispano, pero la vasta mayoría de
esos nombres han pertenecido a judíos que, o fueron
expulsados o se convirtieron en cristianos nuevos.
En la
conversión muchos nombres cristianos fueron asignados a judíos marranos
tal el caso de De Sevilla y Santa María. Muchos de estos nombres eran el
apellido de los "patrocinadores" cristianos o de los protectores de
judíos.
Muchos
de esos nombres han cambiado en el curso de las migraciones de un país a
otro, tal como es el caso de los apellidos Pena a Penha.
Otros
nombres han incorporado un prefijo tal como D', Da, De, como se aplica por
ejemplo al apellido, D' Avila que se convierte en Dávila .
Otros
nombres utilizan un prefijo, por ejemplo, D' Andrade, se transforma en Andrade,
De Andrade y se puede escribir indistintamente.
Los
prefijos siguientes alguna vez fueron intercambiables como por ejemplo Aben,
Ibn, Aven, Avin y Sido. Estos prefijos se pueden encontrar por separado o
vinculados al nombre de raíz.
Aparecen
variaciones en el deletreo como por ejemplo en los nombres Sejas, Cejas,
Aceijas, Seixas, Aseixas, Acejas, Acezas, Asexas, Azeixas, y Xexas se
consideran variantes del mismo nombre. Es de resaltar que muchos sefarditas que
abandonaron la Península ibérica y el judaísmo practicado, cambiaron sus
nombres para proteger a sus familias que permanecieron en España y
Portugal.
Algunos
individuos insisten que todo lo sefardita se identifique finalizando en
el "ez" en España y E ( que significa hijo de), en otras partes,
denota la herencia sefardita.
Es de
resaltar que en República Dominicana el apellido de una de las familias
más importantes de intelectuales, como la familia Henríquez es de ascendencia
sefardita
En el
libro, "La Historia de los judíos en Aragón", de Regne, contiene los
nombres de sefarditas que se registraron durante el período 1213-1327.
Los prefijos tal como Aben, Ibn, Aven, Avin, Sido y etc. estean ligados a
muchos nombres que se han mantenido hasta nuestros días como Adret y
Cavalleria.
El 12 de
octubre de 1492, Cristóbal Colón arribó al Nuevo Mundo. Partió del puerto de
Palos en España el 3 de agosto de 1492, que era el 10 de Ab según el calendario
hebreo, último día permitido por los Reyes Católicos para la permanencia de
judíos en España antes de la expulsión. Muchos autores creen firmemente que
Colón era converso, al igual que alguno de sus tripulantes, en especial Luis de
Torres. Los conversos habitaron América desde el comienzo de la exploración y
la conquista y en las sucesivas expediciones de Colón ingresó gran número de
cristianos nuevos que pensaban posiblemente que en las tierras descubiertas
estarían mas lejos de las garras de la Inquisición, que hacía ya más de diez
años que funcionaba en España.
"En
Julio de 1492 salían del puerto de Cartagena las carracas genovesas fletadas
por Luis de Santangel y Francisco Pinelo. A bordo de ellas hombres, mujeres y
niños camino del exilio.Eran los judíos de Murcia, que abandonaban su tierra
obligados por el Decreto de Expulsión promulgado en Marzo por los Reyes Católicos.
En aquel momento se estaba perdiendo una parte importantede la cultura de esta
región. Era el fin de muchos siglos de presencia judía en tierras murcianas.
Aquellos que se marcharon ya no regresarían jamás y se perderían en la diáspora
sefardí en Italia, Turquía, los Balcanes y el Norte de Africa, y los que
quedaron fueron obligados a convertirse al cristianismo o condenados al fuego
de la Inquisición. Y así las aljamas y las sinagogas de Murcia quedaron vacías.
En el
momento de la Expulsión las comunidades hebreas en Murcia, diezmadas por
persecuciones y epidemias medievales, estaban formadas por unas 150 familias en
la judería de la capital, unas 25 en Lorca, 7 en Cartagena y 6 en Mula. No
sabemos y probablemente no sabremos nunca cuántos de esos alrededor de 10.o00
judíos que partieron al exilio ni cuantos decidieron convertirse."
Desde el
comienzo de la colonización española, al crearse los obispados de México y
Lima, funcionó la Inquisición Episcopal. En la península Ibérica se produjo un
nuevo acontecimiento que marcará el destino de los judíos conversos de los
próximos trescientos años y es la expulsión primero, y la conversión
forzosa de los judíos de Portugal. En 1496, el rey Manuel de Portugal debía
contraer nupcias con la princesa Isabel de España, hija de Fernando e Isabel.
Estos imponen al rey Manuel, como condición para acceder al matrimonio, la
expulsión de los judíos de Portugal.
El rey
Manuel accede al pedido de sus futuros suegros y firma un edicto de expulsión
de los judíos, dando nueve meses de plazo para la salida; pero luego se
arrepiente y les prohibe la salida y promueve la conversión forzosa de éstos
judíos. Los judíos son llevados a la pila bautismal a la fuerza. Lo hacen de la
boca para afuera, se convierten en criptojudíos. Profesan externamente el
cristianismo, asisten a misa, se confiesan, pero en secreto practican la
religión judía. Esperan pacientemente la oportunidad para salir de Portugal.
En 1492,
cuando fue la expulsión de judíos de España, se calcula que un 30% de ellos
emigró a Portugal, país vecino. Pensaban que al poco tiempo el Edicto de
Expulsión sería revocado y podrían regresar a sus hogares. Es importante tener
en cuenta la ideología de éstos judíos. Eran aquellos que prefirieron dejar sus
casas y trabajos en España, pero mantenerse fieles a la fe de sus mayores. Eran
firmemente creyentes en la ley de Moisés. Esto explica por qué, al ser forzados
al bautismo, permanecían profesando su fe en secreto.
Portugal,
que ya tenía experiencia en la exploración oceánica de las costas de Africa
hasta dar la vuelta al cabo de Buena Esperanza, comienza también la exploración
del Nuevo Continente, y es Fernando de Noronha, converso, a quien el rey
encomienda éstas exploraciones.
Los
reyes de España, inmediatamente después de los descubrimientos, aplican leyes
raciales de limpieza de sangre para obtener las licencias para pasar a las
Indias. Había que demostrar que el candidato no tenía sangre de moros o judíos
entre sus antepasados por siete generaciones. Si bien muchas veces estas
disposiciones fueron burladas, era difícil para los conversos españoles pasar a
América. Muy distinta fue la suerte de los conversos forzosos de Portugal,
durante la primera mitad del siglo XVI no tuvieron impedimentos para ir a las
Indias, y de origen converso fue un porcentaje importante de los primeros
portugueses que poblaron el Brasil.
A
mediados del siglo XVI en Hispanoamérica están los Españoles firmemente
establecidos en México y en Perú. En estas colonias había un porcentaje
importante de cristianos nuevos. Surgen entonces reclamos para nombrar un
tribunal de la Inquisición. El rey Felipe II por real célula del 25 de enero de
1569 crea los tribunales de la Inquisición en la ciudad de México y en Lima.
El
tribunal de Lima, tenía jurisdicción sobre las tierras que conforman Argentina,
Chile, Paraguay, Bolivia y Uruguay, además del propio Perú. También tenía
jurisdicción sobre lo que hoy es Ecuador, Colombia y Venezuela hasta que en el
año 1610 se crea el último tribunal de América en Cartagena de Indias que tiene
jurisdicción sobre éstos últimos territorios.
La
diferencia principal de los tribunales americanos con respecto a los de la
Península era que el tribunal no tenía jurisdicción sobre los indios; procuraba
su evangelización. Su principal objetivo era erradicar de las Indias a los
cristianos nuevos sospechosos de judaizantes y a los protestantes.
El
establecimiento de la Inquisición en América tuvo una fuerte oposición de los
obispos, especialmente con Fr. Francisco de Victoria, obispo de Tucumán,
sindicado como cristiano nuevo, a fines del siglo XVI.
Historia
de familia
Por:
Graciela Azcárate
Los
judíos en América
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La
semilla de la intolerancia
Los
Estatutos de Limpieza de Sangre moldearon el espíritu del pueblo español en el
sentido de otorgar mucha importancia a la genealogía, a los linajes, a la cuna
y al nacimiento de las personas.
El
exagerado aprecio por los títulos de nobleza, de los blasones y de los escudos
de armas tiene su raíz en la discriminación religiosa.
En un curso dictado por Pablo Chami en
el Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí en el año
2000, en Buenos Aires, este historiador explicó que a través
de los estudios de los Estatutos de Limpieza de Sangre estos eran
reglamentaciones que impedían, a los conversos y a sus descendientes, ocupar
puestos y cargos en diversas instituciones, que podían ser de carácter
religioso, universitario, militar, civil o gremial.
Los
Estatutos aparecen en España durante el siglo XV en forma aislada, pero,
durante el siglo XVI, fueron puestos en vigencia sucesivamente por todas las
congregaciones religiosas, militares y civiles.
Los
conversos eran aquellos judíos que se habían convertido al cristianismo por la
fuerza, ya sea durante los disturbios de 1391, luego en las controversias
religiosas entre judíos y cristianos en las décadas siguientes y, finalmente,
aquellos que adoptaron la vía de la conversión, ante el Edicto de Expulsión de
los Reyes Católicos.
Los
Estatutos de Limpieza de Sangre son estatutos raciales, pues dependen del
origen y la ascendencia de una persona, y no de algún crimen o falta cometida.
El
crimen es pertenecer a la “Casta de judíos nuevos” y con eso desde el fin de la
Edad Media, desde España, se siembra la semilla del racismo, la discriminación
y la intolerancia.
Y ese
germen de fanatismo y persecución racial permearea todas las instituciones de
América hasta nuestros días.
Surgen
en instituciones religiosas o universitarias, como estatutos particulares de
dicha orden o universidad. No responden a una ley o disposición general,y al
comienzo los reyes y el papado se opusieron a los Estatutos. Fue con el correr
del tiempo y de los acontecimientos, que la Iglesia Española los adoptó y los
reyes dictaron leyes al respecto.
En
cuanto a las instituciones religiosas, en 1496, a instancias de Torquemada,
obtiene del papa un estatuto para el monasterio dominico de Santo Tomás de
Aquino, en Ávila; en 1531 se excluye a los conversos de toda la orden de Santo
Domingo; en 1525 se establece entre los franciscanos; la Iglesia de Sevilla en
1515; Córdoba en 1530; tan tarde como en 1547, en la Iglesia de Toledo, que era
donde residía el primado de España. Con esto quedan los conversos excluidos de
todas las ordenes religiosas de España.
Los
Reyes Católicos que, se opusieron a los estatutos de la orden jerónima,
dieron dos pragmáticas en el año 1501 por las cuales ningún reconciliado por
delito de herejía, ningún hijo ni nieto de quemado hasta la segunda generación
pudiese tener oficio de Consejero real, oidor, secretario, alcalde, alguacil,
mayordomo, contador mayor, tesorero, ni ningún otro cargo, sin especial permiso
de la corona.
Ahora la
limpieza de sangre tenía carácter legal.
Durante
el siglo XVI, a pocos años del descubrimiento de América, comienzan a
establecerse distintas disposiciones que impiden a los judíos embarcarse hacia
el Nuevo Continente. Numerosos edictos figuran en la Recopilación de las Leyes
de Indias, que impedían a los conversos, sus descendientes y a los
reconciliados por la Inquisición, trasladarse a América. Las reiteraciones son
indicio de que muchas veces fueron burladas éstas disposiciones.
Estos Estatutos siguieron en vigencia hasta la época de la
Independencia de América. Los que querían ingresar en las filas del ejército al
servicio de España, durante el virreinato, debían probar su limpieza de sangre
para ser admitidos.
Cada
institución implementaba su propio sistema de probanza de limpieza de
sangre así como la cantidad de
generaciones que debían transcurrir hasta que un individuo fuera considerado
“limpio”.
En
general, las probanzas eran demostradas por testigos, y sus declaraciones
firmadas ante escribano. Normalmente cinco testigos debían dar fe del
conocimiento del solicitante, de su buen nombre y de su pureza de sangre,
además de no poseer antecedentes con la Inquisición, tanto él como su familia,
por varias generaciones, llegando en algunos casos hasta siete.
Es por
ello que los conversos fueron separados en primer término de los puestos de
escribanos, pues se cometían muchas trasgresiones a éstos estatutos. De
cualquier modo, testimonios falsos eran motivo de inquisición.
Los
Estatutos de Limpieza de Sangre moldearon el espíritu del pueblo español en el
sentido de otorgar mucha importancia a la genealogía, a los linajes, a la cuna
y al nacimiento de las personas. El exagerado aprecio por los títulos de
nobleza, de los blasones y de los escudos de armas.
En el
sentido contrario, un desprecio por aquellos que no los poseyeran y eran
considerados inferiores. Por medio de los Estatutos, les eran negado todo tipo
de honores y la posibilidad de cualquier ascenso social en una institución.
Esto
trajo como consecuencia una estratificación cristalizada de la sociedad
española, lo que impidió el recambio social y la renovación de la clase
dirigente y de sus ideas.
Como extensión
para América, se manifestó en considerar a los americanos como seres
inferiores, no dignos de gobernarse, designando en casi todos los puestos de la
colonia a los nacidos en la Península, negando posibilidades a los nacidos en
el suelo americano. Esta diferencia fue los que más influyó como argumento para
convencer a los patriotas americanos de la necesidad de la independencia.
Hasta la
independencia de América, todavía seguían vigentes los Estatutos de Limpieza de
Sangre españoles. y algunos ejemplos se pueden ver por ejemplo en la Argentina
en los estatutos de la familia del General Carlos maría de Alvear y
Balbastro y los de Justo Rufino de San Martín hermano del Libertador de
América, don José de San Martín
Luego de
la independencia cayeron en desuso los Estatutos de Limpieza de Sangre, los
escritos, y las probanzas de limpieza, sin embargo, se perciben rastros de
estos estatutos en las admisiones de muchas instituciones, sean las
Fuerzas Armadas, en el Poder Judicial, en los puestos de Relaciones Exteriores,
en las cátedras universitarias, en ciertos clubes exclusivos, donde existe la
bolilla negra.
En el
área del Caribe es muy importante la comunidad hebrea que se instala en
Venezuela y que desde allí influye en toda la costa caribeña.
La presencia
judía sefardí en Venezuela se remonta hasta los mismos tiempos del
descubrimiento y conquista del nuevo continente. Importante fue la contribución
judía al desarrollo del comercio marítimo durante la colonia y a la causa de la
independencia. Fraternales fueron las relaciones del Libertador Simón Bolívar
con el judío de Curazao Mordejai Ricardo y con los hermanos Ricardo y Abraham
Meza quienes le brindaron su hospitalidad a raíz de la caída de la Primera
República. Fueron los judíos holandeses de los primeros en ofrecer ayuda al
Ejército Libertador y se sabe de varios de ellos que lucharon en sus filas.
A
mediados del siglo XVII hay judíos marranos viviendo en Caracas y en Maracaibo.
Hacia 1693 un grupo de judíos procedente de Curazao se asentó en Tucacas,
desapareciendo al poco tiempo sin dejar rastros.
Coro
será la sede de la primera comunidad judía en la América hispana libre al
contar en 1830 con diecinueve familias residentes y un lote destinado a
cementerio.
Muchas
familias dominicanas tienen familia y ancestros en familias de Coro. En 1848
contaba con 160 almas y oficios religiosos regulares. Hoy extinta, la pequeña
comunidad judía de Coro ha contribuido, a través de sus descendientes, al
desarrollo de esa región y del país. Similar es el caso de Barcelona, en el
oriente del país, donde hacia 1844 estaban establecidos algunos judíos
procedentes de Marruecos que obtendrán en 1875 permiso para edificar un
cementerio.
Es hacia finales del siglo XIX que se
encuentran nuevos núcleos de familias judías marroquíes en ciudades como Puerto
Cabello, Villa de Cura, Carupano, Río Chico, Maracaibo, Barcelona,
Barquisimeto, Los Teques, Valle de La Pascua, Calabozo, Maracay y
principalmente Caracas. En 1894 se festejó en la capital la llegada del primer
sefer torá para los servicios religiosos que entonces tenían lugar en casa de
los hermanos Pariente. A comienzos del nuevo siglo existen en la ciudad
importante firmas comerciales pertenecientes a judíos. Otros hebreos se
destacan en el ejercicio de la medicina y otras profesiones. Fue largo el
camino que recorrieron los judíos de Caracas para tener un cementerio propio,
lo que ocurrió en 1916 con la inauguración del que hoy se conoce como el primer
panteón de la AIV en el Cementerio General del Sur
El
inicio de la comunidad judía sefardí organizada en Venezuela tiene lugar el 22
de febrero de 1907 con la fundación de la Sociedad Benéfica Israelita, que para
entonces contaba con 178 miembros. Esta dará paso en 1919 a la Sociedad
Israelita de Venezuela. Para entonces los rezos se efectuaban en casas privadas
de Caracas, Los Teques y La Guaira, donde vivían varios correligionarios. Con
el propósito de fusionar los distintos oratorios se funda el 29 de junio de
1930 la Asociación Israelita de Venezuela que hoy agrupa a la comunidad sefardí
de Venezuela.
En
República Dominicana sería muy llamativa la política llevada a cabo por el
régimen de Trujillo.
Ya en
1938, en la conferencia de evian en Francia, evento promovido por estados
Unidos, un representante del gobierno dominicano, Virgilio Trujillo manifestó
que " el gobierno de nuestro país se encontraba dispuesto a recibir 100
mil refugiados europeos" . La medida no tenía otro fin que el de la
propaganda para tratar de contrarestar la mala impresión a nivel mundial que
había tenido el conocimiento de la matanza de haitianos en 1937.
Aún
cuando la propuesta estaba dirigida a recomponer la imagen del gobierno
dominicano, fue acogida y tomada en cuenta por un millonario judío residente en
Estados Unidos. James Rosemberg, de común acuerdo con la representación
diplomática dominicana fundó la Dominican Republic Settlemnet
Association(D.R.S.A.) junto a otros judíos. Esa asociación firmó un acuerdo con
el gobierno dominicano para el establecimiento de refugiados judíos en el país.
En mayo
de 1940 llegó el primer grupo compuesto por 750 refugiados que fueron asentados
en tierras donadas por el estado en Sosúa. Trujillo cobró a D.R.S.A un
millón de dólares.
La
comunidad de refugiados guardó un perfil bajo y se mantuvo aislada de todo
contacto con la comunidad de Puerto Plata.
Historia de familia
Por:
Graciela Azcárate
Los judíos en América
(4
de 4)
¡Cantad judíos a la Pampa!
Mocetones de ruda estampa,
dulces Rebecas de ojos francos,
Rubenes de largas guedejas.
Patriarcas de cabellos blancos
y espesos como hípicas crines.
Cantad, cantad Saras viejas
y adolescentes Benjamines
con voz de nuestro corazón:
¡Hemos encontrado a Sión!
"Los gauchos judíos" de Gerchunof
Hace
unas semanas en el periódico El País la escritora y periodista española Rosa
Montero describió su amor por los
judíos.
Su admiración
por un pueblo milenario, dador de personalidades
luminosas en el arte, las ciencias, las
letras y la cultura.
Pero
abominó y explicó que su aprecio por un pueblo admirable se detenía ante
personalidades genocidas como las de Ariel Sharon y la ceguera de la administración
actual hebrea que ha bañado en sangre al Oriente Medio y que impide, en una
caricatura atroz de independencia, la libertad y el reconocimiento del pueblo
palestino.
Como
ella, en puntos distintos del globo pasó lo mismo.
En
República Dominicana, en un gesto que enaltece a la comunidad sirio-Palestina-
dominicana, la representante de la comunidad, Vilma Arbaje, no sólo recordó en un programa radial los vínculos de amistad que
unieron a su abuelo libanés, recién llegado, con el abuelo de la familia judía Poiewonsky sino que en carta a un periódico
pidió ser sacada de una solicitada porque entendía que palestinos y judíos son
un mismo pueblo aquejado de la sin razón
de la política y las razones de Estado
La carta
de esta señora fue, en un ambiente enrarecido de pre-elecciones, lección de
tolerancia y civismo, no sólo para el problema internacional sino para la desalentadora
política criolla.
Quien
escribe esta crónica nació y se crió en un barrio de clase media baja Argentina.
Nací en la posguerra, en un barrio pobre de Buenos Aires, entre italianos, polacos, rumanos y judíos salidos del Holocausto.
Mi
primera amiga fue una judía- polaca llamada Martina.
Yo tenía
cuatro años y Martina no debía tener más de dos. Ahora, cincuenta años después
entiendo lo que aquellas tarde tristes de Buenos Aires me decían y yo no
lograba entender.
Martina
era hija de la violación y el desastre. Su madre había sobrevivido en el gheto
de Varsovia a cambio de acostarse con los alemanes y ella era el producto de aquella transacción. La
madre había logrado sacar a su hija mayor Isabel, y subirse embarazada a un
tren que en vez de llevarla a un horno crematorio la llevó a Marsella y de allí
a Buenos Aires. Su marido era un aviador polaco que se reunió más tarde con
ellas y reconoció como hija propia a Martina.
Vivíamos en un barrio gris de Buenos Aires donde convivían torturados y
torturadores.
De una
de esas barriadas pobres del Buenos Aires urbano sacó en 1960, la gente del Mossad, a Adolfo Eichman y lo llevaran a Tel Aviv para ser juzgado por el
genocidio del pueblo judío
Pero el
pueblo argentino ya tenía una larga tradición de cobijo y arraigo para con los
judíos escapados de pogroms de la Rusia zarista y mucho antes con los que llegaron escapados de la Inquisición portuguesa en un
siglo tan incierto y oscuro como el siglo XVI.
Los
gauchos judíos siempre han formado parte del acervo cultural de los olim argentinos
–la comunidad latinoamericana más numerosa en Israel. La singular experiencia
agrícola de los judíos argentinos fue objeto de interés aún mucho antes de la
creación del Estado de Israel. Esa experiencia se refleja en un libro: "Los
gauchos judíos" de Alberto Gerchunoff publicado en 1910 en Argentina.
Gerchunoff nació en 1884 en Rusia y emigró a los cinco
años a la Argentina para morir en 1950. Ya en 1930 se había publicado en Tel
Aviv la traducción hebrea de las memorias del agricultor Mórdejai Alperson, de
Colonia Mauricio. Recién en los años 60 se empezaron a publicar en hebreo las
primeras memorias noveladas y relatos literarios autobiográficos de olim
oriundos de colonias agrícolas argentinas creadas por la Jewish Colonization
Association (JCA); luego, en 1975 y 1983, aparecieron las más completas
historias del proyecto colonizador e inmigratorio de la JCA, frutos de la
investigación académica del profesor Haim Avni en la Universidad Hebrea. "Los
gauchos judíos" fue ampliamente leído desde principios de los años 50
gracias a sus traducciones al ídish y al inglés. Al publicar "Los gauchos
judíos" en la ciudad de La Plata,
Argentina en 1910, Alberto Gerchunoff no sólo inauguró la literatura judeo-Argentina
en el año en que se conmemoraba el centenario de la emancipación nacional del
país al que había llegado como inmigrante en 1889 sino que simultáneamente iniciaba con su libro la literatura moderna sobre la utopía en
tierras sudamericanas.
Desde la
conquista ibérica, el Nuevo Mundo fue percibido por cronistas, soñadores y
aventureros europeos como una tierra utópica, ese otro lugar donde era posible
empezar una vida nueva. No fue casual que de la masiva emigración
transatlántica entre 1824 y 1924, éxodo de más de cincuenta y dos millones de
personas del Viejo Mundo, el 93 % se haya dirigido hacia el continente
americano : un 72 % a América del Norte y un 21 % a América Latina.
En el
imaginario de aquellos inmigrantes que cruzaban el océano hacia la América del
Sur había un país que simbolizaba la tierra utópica: Argentina.
De los
once millones que llegaron a América Latina, más del 50 % deseaba llegar a ese país con el fin de
recomenzar sus vidas en un ámbito de libertad y progreso.
Para
muchos de ellos, las pampas argentinas eran ese otro lugar, la alteridad lejana
del Viejo Mundo, pero identificada como la Tierra Prometida. Numerosos
italianos, españoles, alemanes, franceses, sirio-libaneses y también judíos
soñaban que la emigración a la Argentina les permitiría renacer en una tierra de asilo y refugio para todos
los perseguidos. Algunas utopías anarquistas han dado testimonio de aquella sed
libertaria que animaba a los emigrantes en búsqueda de un espacio ideal en el
Nuevo Mundo, tan alejado de Europa.
La experiencia de la colonia Cecilia, fundada en
1892 en el estado de Paraná, Brasil, por un grupo de anarquistas italianos, fue
paradigmática. Sin embargo, sólo en la Argentina pudo un grupo de inmigrantes
que huían del oprobio crear y sostener, durante más de cincuenta años
consecutivos, las bases agrícolas de una nueva Tierra Prometida, que logró
incluso competir con Sión. Eran los judíos askenazis perseguidos en la Rusia
zarista, que recibieron con beneplácito el proyecto del Barón Mauricio de
Hirsch para convertirlos en colonos agricultores en las pampas argentinas.
En 1891,
ocho años antes de que la familia Gerchunoff emigrara desde Tulchin a América
del Sur, Hirsch fundó la JCA, convencido de que sólo en la República Argentina
se ofrecían todas las condiciones necesarias para implementar una inmigración y
colonización masiva de judíos rusos. No obstante, la JCA no tuvo relación
alguna con el primer contingente pionero que llegó en agosto de 1889, a bordo
del vapor Wesser, con pasajes subsidiados por el gobierno argentino. Tras
numerosas penurias fueron asentados en el norte de la provincia de Santa Fe y
algunos de ellos fundaron allí la primera colonia judía agrícola, Moisés Ville.
Por su
parte, el representante del Barón Hirsch, el científico judeo-alemán Wilhelm
Loewenthal, trató un vasto proyecto con el presidente argentino, Carlos
Pellegrini, y también con terratenientes privados, a fin de negociar la
adquisición de la impresionante superficie de 3.250.000 hectáreas. El sueño
utópico tomó cuerpo en proporciones más humildes: se levantaron cinco grandes
colonias en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, con una
superficie total de 200.619 hectáreas, donde se asentaron 6.757 colonos, con
sus familias, en 910 chacras.
Éste era
el balance de la mayor utopía agraria judía en América Latina en 1896, apenas
un año después de que Gerchunoff abandonara la colonia Rajil, en la provincia
de Entre Ríos, para empezar su carrera de escritor en la cosmopolita Buenos
Aires de fin de siglo.
Tres
años después de publicado "Los gauchos judíos", la obra
"utópica" de la JCA se extendía hacia los confines de la pampa húmeda
con el establecimiento de colonias en el territorio nacional de La Pampa, sur
de la provincia de Buenos Aires, norte de la provincia de Santa Fe y en la de
Santiago del Estero. Más de 18.900 almas vivían de la producción de las chacras
y un número adicional de peones, que en 1910 había alcanzado a 7.000,
trabajaban en tareas agrícolas con la esperanza de llegar a ser colonos
propietarios. La superficie total de tierras argentinas compradas por la JCA
para colonización judía pronto llegaría a superar las 600.000 hectáreas. "Los
gauchos judíos", publicado en 1910, fue la primera gran expresión
literaria de la utopía rural americana de los judíos que huían de la opresión
zarista. El libro de Gerchunoff se adelantó a otras obras importantes sobre la
Tierra Prometida que metaforizaba el espacio recreado donde instalar la utopía.
Gerchunoff
eligió las colonias judías de la provincia de Entre Ríos para escribir sobre
esa tierra, mucho antes de que la utopía espacial latinoamericana fuera narrada
por los brasileños Jorge Amado en "Los caminos del hambre" y Gracia
Aranha en "Canaán", o que el cubano Alejo Carpentier emprendiera el
viaje iniciático por los rincones ocultos de la selva en "Los pasos
perdidos".
No es
casualidad que el medio elegido por Gerchunoff en "Los gauchos judíos"
para conmemorar los festejos del Centenario patrio haya sido el ámbito rural de
Entre Ríos. Pero más que el escenario natural de esa provincia
agrícola-ganadera de la mesopotamia Argentina, rodeada por los grandes ríos
Paraná, Uruguay, Gualeguaychú, Villaguay como por numerosos arroyos, donde se
asentaron los colonos traídos por el Barón Hirsch, el verdadero protagonista
era el espíritu de la tierra que los escritores regionalistas argentinos de la
época denominaban telurismo. La intención del autor era integrarse a la
narrativa nacional y mostrar que un inmigrante judío también era capaz de
aprehender el espíritu criollo. Ninguna otra corriente inmigratoria había
logrado producir hacia 1910 un narrador como aquel joven judío naturalizado
argentino, capaz de escribir un libro para celebrar las nupcias de la identidad
de la estirpe hebrea con la intimidad del terruño patrio.
En su
prólogo, el escritor entrerriano
Martiniano Leguizamón saludaba a Gerchunoff como a "uno de los escritores
de la tierra: tiene el don de desentrañar la oculta belleza de los asuntos más
sencillos y familiares". Especialmente celebraba que los colonos judíos
hubieran conseguido asimilarse al "espíritu criollo". Para el
prologuista, los perfiles de las "garbosas muchachas hebreas, morenas de
ojos rasgados, misteriosos y profundos, o las rubias que tienen en la dulce
mirada el azul que tiembla en las pupilas de la Virgen", eran auténticas
estampas de campesinas bíblicas. Los veinticuatro relatos breves que integraban
la primera edición de "Los gauchos judíos" se desplegaban en torno al
espíritu de la tierra entrerriana. Gerchunoff lograba transmutar las praderas
de las chacras de su infancia en colonia Rajil en valles y cañadas bíblicos. La
Tierra de Promisión Argentina que narra Gerchunoff en "Los gauchos judíos"
era la Sión reencontrada en las pampas argentinas. Gerchunoff desarrolló esa
alegoría en prosa el mismo año en que el poeta modernista nicaragüense Rubén Darío ya había atribuido a la
Argentina idéntico espacio sagrado de Tierra Prometida. Darío había escrito la
primera "Siónida en el Nuevo Mundo" en su Canto a la Argentina, que
inspiró a Gerchunoff.
El niño
Gerchunoff de cinco años ya había escuchado de boca de su padre la promesa de
que iban a ser agricultores y trabajarían la tierra "como los antiguos
judíos de la Biblia". En su autobiografía, escrita en 1914 y publicada,
póstumamente, en 1950, el escritor ofrece el testimonio de su fe en Entre Ríos
en tanto Tierra Prometida mediante la descripción de una atmósfera bucólica y
pastoril, de estampas del Antiguo Testamento.
Fue el
primero de los escritores inmigrantes naturalizados que inventó una identidad
cívica perdurable para bautizar a sus hermanos que arribaron al campo
argentino: gauchos judíos , pues "en su espíritu se habían fundido las
tradiciones hebreas y las gauchas". Los modelos del poeta de la colonia no
eran los judíos religiosos tradicionales de la Europa Oriental, sino los
hebreos bíblicos, "pues admiro tanto a los gauchos como a los hebreos de
la antigüedad. Como éstos, son patriarcales y nobles", afirma el narrador.
Alternando
con estampas evangélicas del tiempo del Nazareno, Gerchunoff buscó legitimación
para sus judíos en la tradición lingüística hispánica. Nombres gentilicios,
giros idiomáticos y ambientes de la tradición judeo-hispánica medieval cumplen
una función significativa no menos importante que el criollismo rural: legitimar
a los inmigrantes judíos rusos ante el discurso nacionalista hispanoamericano. El
idioma de "Los gauchos judíos" se esfuerza por connotar la lengua de
Cervantes, exhumando los arcaísmos y su sintaxis y el uso preciso de
culteranismos. Para legitimarse culturalmente alude a los insignes filósofos hispano-hebreos como Maimónides, o
poetas como Yehuda Halevy y Sem Tov de Carrión, venerados por católicos
españoles al igual que por judíos sefarditas. La nueva identidad judeo-gaucha
inventada por Gerchunoff, de connotaciones criollistas, no ocultaba sus
orígenes:
" En
Rajil fue donde mi espíritu se llenó de leyendas comarcanas... En aquella
naturaleza incomparable, bajo aquel cielo único, en el vasto sosiego de la
campiña surcada de ríos, mi existencia se ungió de fervor, que borró mis
orígenes y me hizo argentino".
Dice el
escritor Bernardo Verbitzky que con ese libro los judíos argentinos obtuvieron
"la verdadera carta de ciudadanía". Porque ningún otro libro de los
numerosos que escribió Gerchunoff logró legitimar, como éste, la nueva
identidad colectiva de la comunidad judía más grande de América Latina.
Pie de
fotos:
1-Inmigrantes
judíos a su llegada a New York a principios del siglo XX.
2-
Entierro de un judío sefardí en Fez, Marruecos.
3-
Principal(1)-F/C- Página iluminada del Canon de Medicina de Avicena, renombrado
filósofo y médico musulmán del siglo XI.
4- Plaza
del Gueto Nuevo en Venecia.
5-Plazuela
del pan. Gueto en Roma hacia 1886.
6- Plaza
central en el barrio judío de Ámsterdam con la Gran Sinagoga Portuguesa a la
izquierda, y la Gran Sinagoga Askenazi a la derecha. Grabado de Adolf van der
Laan, hacia 1710.
7- Taller
de sastre judío en New York, 1891.
8-Principal(2)
Los gauchos judíos en la colonia Mauricio, Provincia de Buenos Aires, Argentina,
1890.