Historia de familia

Historia de familia

Graciela Azcarate

 

Los haitianos en República Dominicana.

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Vivimos entre abuelos derrotados y esclavos manumitidos( o, por el contrario, ¿eran los tuyos los manumitidos y los negros quienes fueron derrotados?) y balas en la mesa del comedor y cosas por el estilo, que nos están recordando continuamente que es menester olvidar .  ¿De qué se trata?, es algo que se respira, algo en que se vive, como la atmósfera?, una suerte de vacío lleno de ira espectral e indomable, de orgullo, de gloriarse en sucesos que ocurrieron y que terminaron hace medio siglo ?. ¿una especie de perpetuo derecho de filiación, de padre a hijo y de hijo a padre, el de nunca perdonar    al general Sherman,  a fin de que siempre, mientras los hijos de vuestros hijos engendren hijos, no sean otra cosa que descendientes de una larga estirpe de coroneles muertos en ala carga de Picket, en Manassas?

 

William Faulkner: ¡Absalón, Absalón!

 

Esa sombra que se respira en el ambiente del profundo Sur de los Estados Unidos, de la Confederación y de la Guerra de Secesión no es más que el prejuicio racial, la intolerancia y la discriminación contra el negros.

El Coronel Supten, no es más que el prototipo del patriarca devorador, asesino de su estirpe que puede aceptar el incesto entre sus hijos, pero que no puede aceptar la sangre negra de una haitiana que corrompió la sangre de su primogénito.

Y si la tragedia que atraviesa toda la obra de William Faulkner no es más que el racismo sofocante de la sociedad colonial, que tras la aparente abolición de la esclavitud en 1865, disfraza las mismas condiciones de la trata negrera y de la explotación esclavistas con visos de modernidad.

(…) no era necesario para detenerme que te dijese que soy negro.

(…) - Eres mi hermano.

- No. No lo soy. Soy el negro que va a dormir con tu hermana; a menos que me detengas, Enrique.  

El párrafo que introduce el tema, y éste que antecede, forma parte de  la obra escrita por William  Faulkner en 1936 ¡Absalón, Absalón! , donde Quentin Compson- vástago  del linaje cuya ruina se describe en El ruido y la furia- recrea con la ayuda de su compañero de habitación en Harvard, los obstinados esfuerzos  de Thomas Supten para regir una gran plantación y fundar una dinastía; la destrucción y el fracaso son la conclusión final de una historia de violencia, orgullo, incesto y crimen donde se reconstruye la saga de una sociedad que se derrumba por la caída de todo un sistema económico y social basado en el racismo y el genocidio  de los negros.

El libro describe magistralmente, con claridad meridiana las bases que sustentan todas las relaciones de producción, que se llevan acabo en el Caribe, donde las migraciones de grupos se determinan por las necesidades económicas de las distintas oligarquías azucareras.

En  el libro de Susy Castor “Migraciones y relaciones internacionales. (El caso haitiano- dominicano)” no sólo de fundamenta las razones económicas para la matanza de haitianos de 1937 sino que se explica las bases históricas y sociológicas  que determinan aún hoy día las relaciones de producción y de vida en el Caribe.

No importa si es el Caribe español,  anglófono o francés.

En el caso de República Dominicano dos grupos serán los más importantes en el aporte de mano de obra y quizás los únicos que aportaron su cultura, su lengua y sus costumbres al negocio azucarero que se desarrolló a partir de 1870.

Los haitianos y los inmigrantes que provenían de las islas anglófonas y que se llamaron cocolos.

En el caso de los haitianos, al compartir la misma isla, tanto República Dominicana como Haití a pesar de la cercanía geográfica, son distintas y la diferencia radica en que una se desarrolló bajo el colonialismo francés y la otra bajo el español, y esos distintos colonialismos moldearon cada uno a su manera la estructura interna de esas entidades, determinando su poblamiento, su desarrollo y los elementos sociales, económicos, culturales e ideológicos, que conformaron a dos naciones diferentes.

Cuando a partir del siglo XIX se independizaron de las metrópolis europeas, cada una siguió una marcha por separado, pero que sin embargo fueron unificadas al convertirse en  base de expansión del imperialismo norteamericano.

Esta expansión se da en la cuenca del Caribe   al intervenir militarmente en 1915 en Haití y en 1916 en República Dominicana dentro de lo que se llamó la política del Gran Garrote.

En la isla La Española, el flujo migratorio    siempre ha sido en sentido único de Haití hacia República Dominicana y este comenzó  a fines del siglo XIX. Numerosos haitianos de clase alta viajaban  al país por estancias cortas y como viaje de placer, en el norte de la isla se fue dando un fenómeno  de gran importancia, porque pequeños agricultores se instalaron en la línea de la frontera desarrollando la economía de conucos  y dando gran desarrollo al cultivo del cacao.

En el último cuarto del siglo XIX, se comenzó a desarrollar a industria azucarera en el país  cuando muchos cubanos huyeron de “la guerra de los diez años” en Cuba y vinieron al país donde establecieron sus ingenios.

Desde ese momento , los haitianos se fueron a trabajar  esas empresas atraídos por los salarios relativamente elevados que ofrecía la industria azucarera.

A partir de 1915, con la ocupación norteamericana en ese lado de la isla , el fenómeno inmigratorio adquirió rasgos diferentes y un nuevo contenido.

 La política del Big Stick o política del Gran Garrote se propuso convertir la cuenca del Caribe en una inmensa plantación cañera; las condiciones  histórico sociales  y económicas d e Cuba, la República Dominicana y Puerto Rico permitieron realizar una empresa de semejantes  dimensiones y se provocó una euforia que se llamó la danza de los millones en el período comprendido entre 1918 y 1925.

En Haití ese proyecto  de implantación de grandes ingenios azucareros no prosperó a pesar  de la violencia institucionalizada a partir de la ocupación y del despojo masivo del campesinado.

Prosperó la guerrilla  campesina  encabezada por Charlemagne Peralta y después Benot Botraville que mantuvieron en jaque las fuerzas de ocupación desde 1917 a 1920.

Con estas condiciones, para no desaprovechar la mano de obra barata y evitar revueltas     en el país , los norteamericanos alentaron la salida temporal de trabajadores agrícolas hacia los ingenios azucareros de Cuba y Santo Domingo. La medida constituía una fuente segura de lucro y una válvula de escape  para aliviar la tensión interna en Haití.

En Cuba durante ese período  se estimaba  el promedio anual de inmigrantes adultos entre 30.000 y 40.000.

De 1915 a 1928, más de 200.000 haitianos ingresaron a Cuba de manera legal o ilegal sobre todo en la provincia de Oriente. Un movimiento paralelo ocurrió en Santo Domingo y en 1920 había registrada legalmente una población haitiana que alcanzaba la cifra de 28.258 trabajadores.