Historia de familia

Historia de familia

Por Graciela Azcárate

 

La familia Mejía Pumarol

 

“El clan es la célula original de la sociedad, el suelo natural en el que el ejercicio de los deberes morales se ve facilitado por el afecto natural de tal modo que en ese círculo restringido se van creando las bases desde las cuales se transfieren las mismas condiciones a las relaciones humanas en general”.

 

La familia- Hexagrama 37 del I Ching

 

 

Hace unos días escribieron en los medios acerca del I Ching, y de lo que de negativo se abate sobre el país. Los augurios son pesimistas pero hay que resaltar que el libro de Las Mutaciones,  el libro de Los Cambios de los chinos es algo que regla la vida milenaria de ese pueblo desde tiempo inmemorial, pero que no es fatalista. Es más, tiene la sabiduría de lo doméstico, del trascurrir diario de la vida, con sus luces y sombras,  con lo bueno y lo malo, con lo  que de incertidumbre nos va dejando la vida, pero también con el encuentro de la familia, de los amigos, de las cosechas, del vino y del amor.

Cuentan las biografías que Sigmund Freud  y  Karld Jung, su alumno que sentó cátedra de psiquiatría en Suiza, al final del día recurrían al tarot y al I Ching como forma de desmenuzar la realidad, de entender lo cotidiano, darle salida al dolor, la mezquindad,    lo diario de la vida y sobre todo entender las energías que permeaban la vida diaria. 

Pero sobre todo para comprender esas corrientes más profundas que se agitan en el inconsciente colectivo y marcan un destino colectivo.

Si el vaticinio para el país  auguraba sufrimiento y dolor, Jorge Luis Borges escribió para una versión del Libro de las Mutaciones lo siguiente:

“El porvenir es tan irrevocable

Como el rígido ayer, No hay una cosa

Que no sea una letra silenciosa

De la eterna escritura indescifrable

Cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja

De  su casa  ya ha vuelto. Nuestra vida

Es la senda futura y recorrida.

El rigor ha tejido su madeja.

No te arredres. La ergástula es oscura,

La firme trama es de incesante hierro,

Pero en algún recodo de tu encierro

Puede haber una luz, una hendidura,

El camino es fatal como la flecha.

Pero en las grietas está Dios, que acecha.”

 

Puede haber una luz, una hendidura por donde la luz acecha, la sociedad puede estar envilecida por malas prácticas, y peores gobernantes pero siempre hay un fondo moral y  ético que acecha en la sombra entre sus hijos  más íntegros que surge como un augurio sano, esperanzador y profético.

República Dominicana, sí tiene reservas morales. Si tiene hijos nobles, trabajadores, llenos de integridad y valor.  Y así como hay hexagramas que asustan y confunden hay otros que abren a la posibilidad de crecer en el dolor, de no amilanarse, de seguir con lo mejor del grupo o el clan para encontrar el camino de lo próspero y saludable para una comunidad.

Jair Aurich, es uno de los tantos jóvenes que tiene el país y que es esa reserva moral intangible. Como él debe haber muchos jóvenes que convocan ése hexagrama de la familia reunida, de la semilla  que se genera en el clan, porque es en el seno de la familia, de la tribu donde se muestran las leyes que operan en el interior de la casa y que transferidas al exterior, mantiene el orden en el estado y en el mundo.

El lazo que une al clan radica en la perseverancia y la fidelidad,  donde el padre, la madre, los hijos, los tíos y los abuelos transfieren del orden privado y cotidiano las normas para vivir en armonía.

El hexagrama 37se denomina “La familia” que refiere al clan y dice: “El clan es la célula original de la sociedad, el suelo natural en el que el ejercicio de los deberes morales se ve facilitado por el afecto natural de tal modo que en ese círculo restringido se van creando las bases desde las cuales se transfieren las mismas condiciones a las relaciones humanas en general”.

El año pasado “Historia de Familia” contó la vida de la familia Aurich y de la abuela Adelaida Báez Pumarol.

Su cronista incansable y trabajador es este mismo Jair Aurich que dedica los días libres para investigar en el Archivo de la Nación los rastros de ese ancestro español, catalán que salió a mediados del siglo XIX de Cataluña y que no sólo se afincó para siempre en Santo Domingo sino que hizo esta tierra propia y se convirtió en el defensor  y guarda de los restos de un Juan Pablo Duarte repatriado.

Como diría Borges, como lo prueba ese tratado de sociología, de historia, de antropología , de etnografía y de fina psicología  que es el Libro de los Cambios de los chinos, Dios acecha en la sombra, y a la noche sigue el día, a la tormenta el sosiego, a la pena la alegría y al deshonor la justicia.

Jair Aurich, trajo el domingo pasado a mi casa sus investigaciones sobre una rama de su familia.

Una rama que arranca y se cruza con la familia Mejía Cotes, que culmina con los Mejía Pumarol y que convoca dos figuras femeninas  que me emocionaron, me llenaron de recuerdos y también me explicaron porqué tengo confianza en el porvenir.

Precisamente, porque él es un joven dominicano, descendiente de Adelaida Báez de Pumarol, la mítica tatarabuela que casó en segundas nupcias con el comerciante y marino Juan Pumarol, el 16 de agosto de 1872 y de Abigaíl Mejía Soliere que le llega por los Mejía Cotes de Bayaguana.

La certeza de futuro viene de que en su ancestro se reúnen los genes de hidalguía, de reciedumbre moral y de honestidad de una tribu que pudo sortear los obstáculos  con honor y dignidad.

Según los diccionarios de heráldica el apellido Mejía es un noble linaje originado en Galicia y que en República Dominicana tiene relación con la fundación del poblado de Bayaguana en ese forzado exilio interior que representaron “Las devastaciones de Osorio”.

De las familias de apellido Mejía provenientes de Bayaguana provienen los Mejía Cotes.

El alférez real de Bayaguana, Manuel Mejía casó con Manuela Mejía , unión de la cual nació Félix Mejía y Mejía que casó con Tomasina Cotes y Navarro en 1818 y que procrearían 11 hijos.

El primogénito fue Juan Tomás Mejía y Cotes que nació en la común de San Carlos, el 7 de marzo de 1843.

Fue el padre de ciudadanos tan notables como Félix Evaristo Mejía, Abigaíl Mejía Soliere, el diputado Luis Felipe Mejía y Juan Tomás Mejía  hijo, quien fue gobernador de la provincia de Santo Domingo en 1914.

Pedro María Mejía y Cotes nació en 1844 y se dedicó a la carrera militar. Contrajo matrimonio con Angela González Alvarez, en 1873, con la que procreó 11 hijos.

 Su séptimo hijo fue Arístides de la Cruz Mejía González que nació en Santo Domingo,  el 3 de mayo de 1888.

A principios del siglo XX emigró a La Romana y fue a vivir  a la casa de su hermana Tomasina Mejía Ricart. Allí trabajó en los almacenes de la firma Pedro Ricart para después integrarse a la carrera militar. Casó con Julia Pumarol y Báez, nacida el 26 de octubre de 1883 en Santo Dominga , sexta hija  del inmigrante catalán y general de la marina dominicana Juan Pumarol y Planas y de Adelaida Báez.

Doña Lala, esa mítica tatarabuela de Jair Aurich que nació en Baní, el 5 de mayo de 1845, que era hija del general Manuel Regla Mota Alvarez, presidente de la República en 1856.

Adelaida Báez, viuda Aurich, casó en segundas nupcias con Juan Pumarol y Planas.

Al morir don Juan en 1896, la familia Pumarol Báez se trasladó a La Romana e Higuey.

En La Romana, Julia visitaba a su padrino Federico Acosta  y Báez y allí conoció en una de las visitas a Arístides Mejía González con quien casó el 26 de enero de 1911, en la residencia de los esposos Acosta Mañón, quienes fueron padrinos de la boda.

Del matrimonio Mejía Pumarol nacieron Mercedes Cidia, nacida en 1912  y casada con Salomón Kuret con quien procreó a Máximo Arístides, Julián Adolfo y Mirna Mercedes.

Danilo Arístides Mejía Pumarol nació en 1914, casó con María Mercedes Blanca Arias y tuvieron a Danilo Arístides, Julia Yocasta y Angela Adelaida.

 Angela Adelaida Mejia Pumarol nació en 1916, y casó con Luis Morales Garrido con quien procreó a Luis Ramón Morales.

 Pedro Manuel Mejía Pumarol nació en 1920,  se casó con Iselsa Augusta Aquina y tuvieron a Pedro Manuel Mejía Mendez e Ilda María Mejía Méndez.

Como un árbol de la vida,  los Mejía Pumarol tejieron la vida de la tribu inscribiendo el arranque de su ancestro en esa emigración a ultramar del siglo XIX, que es uno de los protagonistas de la historia social del siglo pasado español .

Ese Juan Pumarol y Planas explica la emigración española, y en especial la catalana en los años veinte y treinta del siglo XIX que están sustentadas por las condiciones  internas de la economía del Principado de Cataluña, afectada por las crisis de los mercados coloniales  a partir de las guerras de independencia americana y que determinó que un importante  número de comerciantes y marinos, patrones, pilotos, así como tripulantes y trabajadores de la industria naval  se decidieran a emigrar y adaptarse a las condiciones nuevas que ofrecía el mercado americano y a la transformación de la estructura del comercio exterior de Cataluña.

La principal ola inmigratoria catalana salió de Barcelona, Sabadell,  Tarragona, Sant Feliu de Guixols, Arenys, Tossa , o Sitges y buscaron como destino final las islas antillanas de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana.

Era habitual encontrar en las principales ciudades de las Antillas  españolas, colonias de inmigrantes catalanes que abrieron sus factorías en el período del Reglamento de Libre Comercio y que siguieron arribando a las islas durante la primera mitad del siglo XX.

Una vez abierto el negocio en La Habana, Santiago de Cuba, Matanzas, Santo Domingo  o Puerto Rico,  el emigrante que tenía éxito diversificaba sus inversiones hacia actividades relacionadas con el transporte marítimo, propiedades inmobiliarias, inversiones  agrícolas como el tabaco y el cacao, el azúcar o el ron llegando a escalar la cúspide de la estructura social colonial.

En República Dominicana son familias catalanas con larga tradición y solera los Brugal, los Simó, los Gassó y los Pumarol entre otras. 

“Había muerto el general Pedro María Mejía Cotes pero lo había hecho con la bandera dominicana puesta en alto”

 

De las familias de apellido Mejía provenientes de Bayaguana provienen los Mejía Cotes.

El alférez real de Bayaguana, Manuel Mejía casó con Manuela Mejía , unión de la cual nació Félix Mejía y Mejía que casó con Tomasina Cotes y Navarro en 1818 y que procrearían 11 hijos.

El primogénito fue Juan Tomás Mejía y Cotes que nació en la común de San Carlos, el 7 de marzo de 1843.

Pedro María Mejía y Cotes nació en 1844 y se dedicó a la carrera militar. Contrajo matrimonio con Angela González Alvarez, en 1873, con la que procreó 11 hijos.

 Su séptimo hijo fue Arístides de la Cruz Mejía González que nació en Santo Domingo,  el 3 de mayo de 1888 y que es el fundador del tronco familiar al cual pertenece Jail Aurich.

De la unión de don Félix Mejía y Mejía, fallecido en 1870 y de Tomasina Cotes, fallecida en el año 1900, nacieron los siguientes hijos:

El primogénito fue Pedro María Mejía Cotes quien tuvo una destacada participación en la vida de la República.

Enrique Mejía Cotes, nacido en 1845, padre del destacado violinista Ernesto Mejía Arredondo.

Margarita Mejía Cotes,  fallecida a la edad de 15 años, el 11 de abril de 1864. Manuela Mejía Cotes, nacida en 1850, contrajo matrimonio con Ramón Vidal Lovatón Alida. Son los padres de Ramón Lovatón Mejía, notable munícipe de la ciudad de Santo Domingo.

Félix de los Santos Mejía Cotes, nacido en 1851; Daniel Francisco Mejía Cotes, nacido el 21 de julio de 1853;  Altagracia Mejía Cotes, nacida el 30 de enero de 1855, casó con el ciudadano haitiano Tomás Remy Moreaux; Juana Mejía Cotes, hermana gemela de Altagracia; Patrona Emilia, nacida en 1858, casó con el ciudadadano francés Antonio Lorenzo Nassica, natural de Córcega y Lolita Mejía Cotes nacida el 28 de junio de 1870.

El primogénito, Pedro María Mejía Cotes nació en el común de San Carlos en 1844. Fue bautizado el 28 de abril de 1845, y fueron sus padrinos el eminente ciudadano y escribano de la parroquia de Santa Bárbara y signatario del acta de la independencia Félix Mercenario y Montaño, así como María Mejía.

Don Pedro desde su juventud se dedicó al servicio de las armas y fue un destacado militar.

Su destreza, honradez y valentía le hicieron escalar rápidamente  a los rangos más altos del escalafón militar, de manera que con sólo 24 años ostentaba el rango de capitán.

 Perteneció al batallón Ozama y Restauración.

El 12 de febrero de 1868, fue ascendido a teniente coronel por el general de los Ejércitos y jefe superior de operaciones del campamento de San Carlos, el general Carlos de León.

En el ámbito político, Pedro María Mejía siguió los ideales políticos del caudillo Buenaventura Báez. Llegó a ser un notable líder baecista, y  participó en el movimiento revolucionario llamado “de regeneración” iniciado por Báez. Como su carrera de militar fue dilatada,  él sirvió a numerosos gobiernos. Durante el gobierno del presidente Ulises Hereaux, permaneció ajeno a esa administración y se negó a aceptar cualquier empleo público a pesar de la insistencia por parte de Lilis.

En el ámbito privado, se dedicó a la agricultura y fue poseedor de varias haciendas, tales como: La Primavera, La Rafaelita y la de Santa Ana, situadas en las cuevas del mismo nombre y que hoy comprende una buena parte del sector La Esperilla. Llegó a poseer veintiocho viviendas y se han verificado protocolos notariales donde figura la compra de dos inmuebles al doctor Heriberto de Castro, con fecha 31 de marzo de 1890, y con el notario público Claudio Polanco como certificador de la transacción.

La primera casa estaba ubicada en la calle San José esquina de La Cruz y la transacción se llevó a cabo por la suma de $9.200.

La segunda casa estaba ubicada en la calle Consistorial, lindando con las casas de don José García y con las casas de Osvaldo y Ramón Baez, por la suma de $4.500.

Después del asesinato, del presidente Ulises Hereaux el 26 de julio de 1899, en Moca, asciende a la presidencia, el vicepresidente general Wenceslao Figueroa Manolao. El gobierno sólo duró un mes, y después de su renuncia y ante la avanzada de las fuerzas dirigidas por el general Horacio Vázquez, el poder ejecutivo quedó bajo la dirección de una junta encabezada por el gobernador Pedro María Mejía Cotes, el licenciado Alvaro Logroño, Mariano Cestero y el general Arístides Patiño.

En los sucesivos gobiernos de Horacio Vázquez, Juan Isidro Jiménez y el general José Bordas Valdéz, don Pedro ocupó la gobernación  de la provincia de Santo Domingo.

En 1914, asumió la presidencia  el doctor Ramón Báez Machado, hijo del general Buenaventura Báez quien seleccionó un gabinete personal, unidos por el parentesco familiar, o por amistades probadas en su solidaridad y lealtad. El general Mejía Cotes fue nombrado en el Ministerio de Agricultura y en Inmigración.

El final de la vida del general Pedro María Mejía Cotes estuvo marcado trágicamente por la intervención norteamericana de 1916. Nacionalista a ultranza, fue un opositor intransigente a la intervención norteamericana. Cuentan las anécdotas orales de la familia, que retirado de la vida pública, vivía en la calle José Reyes, en las cercanías de la iglesia Regina Angelorum.

Todos los día el general Mejía Cotes, desafiando al ejército invasor izaba la bandera dominicana en su hogar.

Los norteamericanos que tenían un puesto cercano  a la casa, se apersonaron y bajaron el pabellón lo que dio lugar  a un altercado entre el general furioso y los interventores.

El general Mejía, desafiante volvió a izar la bandera y los norteamericanos sin dudar un instante se lo llevaron preso.

Gracias a los buenos oficios de autoridades nacionales, la intervención de familiares y amigos fue puesto en libertad.

Pero el general ya no volvería a ser el mismo. Regresó desesperado, volvió a izar la bandera nacional y se envenenó sin mediar palabra.

El general Pedro María Mejía Cotes, murió el 15 de junio de 1919, a los 75 años de edad.

“Había muerto el general Pedro María Mejía Cotes pero lo había hecho con la bandera dominicana puesta en alto”.

 

Pie de fotos.

1-          Grabado de Leslie’s, fechado el 1 de abril de 1870 ilustra la Plaza del Mercado en santo Domingo. Calle del Comercio, hoy Isabel La Católica y que da una idea de la atmósfera que se vivía hacia 1870, en el Santo Domingo donde se desarrolló la carrera militar del general Pedro María Mejía Cotes.

2-       -Escena de la ocupación norteamericana, en la calle Isabel la Católica. ( Fotografía tomada del libro de Bernardo Vega, “ Imágenes del ayer” Fundación Cultural Dominicana, 1981. Santo Domingo. R.D.)

3-Otra escena de la ocupación militar. Marines norteamericanos transportando agua en la calle Isabel la Católica, frente a la casa Vicini.

( Fotografía tomada del libro de Bernardo Vega, “ Imágenes del ayer” Fundación Cultural Dominicana, 1981. Santo Domingo. R.D.)

4- El presidente de la República, vestido de chaqué, asiste al servicio dominical  acompañado de varios ministros, en la iglesia de Las Mercedes. Se trata de Juan Isidro Jiménez o de Francisco Henríquez y Carvajal.

 “ El cognome  habla de un abuelo que llevaba un nombre o un sobrenombre, que practicaba un oficio o provenía de cierta localidad. El apellido es sobre todo nuestro pasado.”

De “Historia de la genealogía italiana”

 No importa si eran catalanes o gallegos, si llegaron en 1830 o en las oleadas de 1850. Si llegaron de la España continental, de las islas Canarias, de la rural Galicia, de la noble Navarra o de Vasconia o de la comercial y marinera Cataluña.

Mejía , González o Pumarol son las señas de identidad de un clan, la identidad de un abuelo que en el nombre sumaba un oficio y un ancestro. Pero sobre todo unas ganas de vivir, que encontró “un lugar en el mundo” y que más allá de los hábitos heredados, de la profesión o del terruño supo asimilar, amar y sumarse al país que le dio cobijó.

De las familias de apellido Mejía provenientes de Bayaguana provienen los Mejía Cotes.

El alféres real de Bayaguana, Manuel Mejía casó con Manuela Mejía, unión de la cual nació Félix Mejía y Mejía que casó con Tomasina Cotes y Navarro en 1818 y que procrearían 11 hijos.

El primogénito fue Juan Tomás Mejía y Cotes que nació en la común de San Carlos, el 7 de marzo de 1843.

Pedro María Mejía y Cotes nació en 1844 y se dedicó a la carrera militar. Contrajo matrimonio con Angela González Alvarez, en 1873, con la que procreó 11 hijos.

Su matrimonio se llevó a cabo en la Iglesia de San Carlos, el 23 de agosto de 1873, y tuvo como testigos a Alfredo Mieses y José Pérez, el presbítero que ofició el matrimonio  fue Rafael García Tejera.

Isabel Gonzáles nació en 1857, casó a los 16 años y así consta en la lápida de la iglesia Regina Angelorum.

De la unión González Mejía nacieron once hijos de los cuales los varones se dedicaron al ejercicio de las armas y las mujeres casaron con miembros prominentes de la sociedad capitaleña.

Felix de los Santos Mejía nació el 6 de enero de 1874, y al igual que su padre fue general del ejército.

Fue comandante de armas de Higuey, vivió por mucho tiempo en La Romana donde peleó contra los gavilleros y revolucionarios de la época de la intervención norteamericana.

Casó con Natalia Evangelina Sánchez, hija de Idelfonso Sánchez Castillo, sobrina del patricio Francisco del Rosario Sánchez..

Tomasina Mejía González, nació en Santo Domingo y casó en 1901, con Luis José Ricart Pou. Esta familia emigró a la Romana.

Pedro María Silvestre Mejía González, era conocido como Chichirri Mejía.

Nació el 31 de diciembre de 1878. Ostentó el grado de general y junto a Augusto Chottin, Jaime Mota hijo, Julio Pichardo, Esteban Nivar, Raúl Francheschini, Luis Felipe Vidal y encabezados por Luis Tejera Bonetti, participaron en el complot para asesinar al presidente Ramón Cáceres.

Pedro María Mejía González casó con la pianista Emilia Alvarez Piñeyro de cuya unión sobresale Francisco Rafael Mejía Alvarez que fue crítico literario y bibliotecario de la Secretaría de Estado de la Presidencia..

Petrona Trinidad Mejía González nació el 29 de junio de 1881; Angel María Mejía González, nació el 12 de enero de 1884 y casó con Laura Herrera Velázquez.

Virgilio de la Cruz Mejía González nació el 3 de mayo de 1886, fue el padre de Bienvenida Mejía Mejía y llegó a ser Procurador General de la República.

 Su séptimo hijo fue Arístides de la Cruz Mejía González que nació en Santo Domingo,  el 3 de mayo de 1888 y que es el fundador del tronco familiar al cual pertenece Jail Aurich.

Mercedes Mejía González fue la esposa de Aníbal de Moya Cestero que llegó a ser embajador dominicano en Francia, durante el gobierno de Horacio Vázquez..

Josefina Mejía González casó en la ciudad de Méjico con el intelectual venezolano Horacio Blanco Fombona; Rosa Dilia Mejía González casó con Manuel María Peinado Vicioso y Angela Mejía González nació el 18 d febrero de 1899 y murió a los noventa año en la década de los noventa.

El personaje principal de esta saga familiar es el séptimo hijo, Arístides de Cruz Mejía González.

A principios el siglo XX, emigró a La Romana a casa de su hermana Tomasina Mejía de Ricart. Primero trabajó en los almacenes de los Ricart pero después se incorporó al ejército llegando a ser un destacado militar en la región este.

A los veintiséis años  ya ocupaba el puesto de mayor del ejército.

Fue ascendido a teniente coronel, el 26 de agosto de 1914, durante la presidencia interina del general José Bordas Valdez.

Su dilatada y larga vida militar lo puso en contacto con las vivencias y alternativas de la vida republicana.

Tuvo numerosos encuentros con los gavilleros a lo largo de la intervención norteamericana.

Viviendo en Salvaleón de Higuey , los gavilleros intentaron tomar la plaza.

La situación se tornó crítica y el poblado cayó en poder de los insurgentes, pero gracias a los aportes de municiones de una mujer,   las municiones y los refuerzos permitieron repeler el avance de los gavilleros impidiendo la toma de  Higuey.

Arístides Mejía ocupó diferentes puestos militares y diversos cargos en la administración pública.

Fue comandante de armas de Higuey, Comisario de la Policía Municipal de la Romana, Síndico de la Romana en los años 1940 a 1942. En esta  función como síndico y con la participación del presidente de la Sala Capitular de ese ayuntamiento, el señor Eugenio Miranda iniciaron la gestión de construcción del primer acueducto de ese municipio, fue administrador del asilo de ancianos de La Romana y administrador de grandes extensiones de terrenos de propiedad de Ramón Morales Febles.

Casado con Julia Pumarol Báez tuvieron 7 hijos que aportaron a la sociedad de La Romana y de Higuey.

Del matrimonio Mejía Pumarol nacieron Mercedes Cidia, nacida en 1912  y casada con Salomón Kuret con quien procreó a Máximo Arístides, Julián Adolfo y Mirna Mercedes.

Danilo Arístides Mejía Pumarol nació en 1914, casó con María Mercedes Blanca Arias y tuvieron a Danilo Arístides, Julia Yocasta y Angela Adelaida.

Don Danilo, quien en la actualidad tiene 90 años y viajó especialmente desde La Romana para llevar documentos a Jail Aurich,  recordó con gran nitidez las jornadas de lucha entre gavilleros y el gobierno nacional. A pesar de ser un niño, tiene vivencias muy presentes de  las circunstancias  en las cuales  transcurrió la intervención norteamericana desde 1916 a 1924.

La ocupación militar fue muy impopular entre los dominicanos y hubo resistencia desde el primer día de la intervención, aunque fue recién a partir de 1919 que ésta se organizó a través de campañas patrióticas,

Según el libro de Bernardo Vega “Más imágenes del ayer” en el Este del país surgieron los “gavilleros”.

Eran  guerrillas rurales que peleaban contra las tropas norteamericanas y contra el recién creado Ejército Nacional, no sólo por su oposición a los  norteamericanos sino por su  negativa a la concentración de la  propiedad rural en el Este, resultado del enorme incremento en la producción azucarera auspiciado precisamente por la intervención, sobre todo por la legislación de títulos de propiedad que permitía la compra, a precios muy baratos de las tierras de los campesinos, de esa región.

 Angela Adelaida Mejia Pumarol nació en 1916, y casó con Luis Morales Garrido con quien procreó a Luis Ramón Morales.

 Pedro Manuel Mejía Pumarol nació en 1920,  se casó con Iselsa Augusta Aquino y tuvieron a Pedro Manuel Mejía Méndez e Ilda María Mejía Méndez. 

Desde 1896 y por más de treinta años, Adelaida Báez, la dos veces  viuda de catalanes, de Aurich y de Pumarol asentó a todos sus hijos en Este, convirtió su familia en una de las más trabajadoras e influyentes de la zona y como la Emily Grierson  de la ficción se trasmutó en la memoria hereditaria y viva del pueblo dominicano.

 Mirar el daguerrotipo de Adelaida Báez en 1867, y revivir el cuento de William Faulkner sobre la muerte de la señorita Grierson fue simultáneo y sincrónico. Era como recorrer esos cuadros sinópticos que al final de una novela nos dicen lo que pasaba al mismo tiempo en el mundo y entre los personajes de la novela o el cuento narrado.

Mirarla a Adelaida Báez con sus largas faldas abollonadas, y pensar la tradición caribeña mientras algún caballero de frac y sombrero de copa ofrece “Una rosa para Emily”en un territorio semejante a ese condado inventado en el profundo sur norteamericano, poblado de frases como “ Cuando murió la señorita Emily Grierson, todo nuestro pueblo asistió a su entierro; los hombres por una especie de afecto a un monumento caído, las mujeres sobre todo por curiosidad de ver la casa por dentro, que no había visto nadie en los últimos diez años, excepto un viejo criado”.

El personaje de ficción era una especie de tradición, una obligación hereditaria, que la eximía de pagar impuestos por ser hija de un general que había luchado en la guerra de Secesión y había perdido, y el edicto de que ninguna negra debía aparecer en la calle sin delantal. 

Hay sincronía en las luchas entre caudillos, las guerras en el profundo sur norteamericano, y las vidas de indios, blancos, negros y mulatos  que se entremezclan en una cifra  que no es arbitraria, sino que representa una idea entre el mundo imaginario del escritor donde la familia es la unidad básica, donde el orgullo familiar, la reverencia por los antepasados y por su antiguo esplendor son motivaciones mucho más determinantes que  la clase social, para el comportamiento de sus personajes.

Adelaida Báez como Emily Grierson encarna un tiempo, una historia, unas circunstancias. La ruptura y el enfrentamiento de los clanes, de las facciones políticas, describe la decadencia tradicional de viejas familias, los recursos de los terratenientes respetados e influyentes de la comunidad, con su heroísmo temerario e imprudente así como ese mundo trashumante que llegaba de Europa como el caso de la inmigración catalana al Caribe. Sobre todo, ellas dan la imagen de la descomposición espiritual y económica  de las subsiguientes generaciones, las opciones morales a las que cada una accedió, la interrelación con el mundo de los indios y de los esclavos, y el mundo femenino donde las mujeres, reúnen como en un abanico un sinnúmero de personalidades, de actitudes y de tragedias  personales.

En Adelaida Báez se reúnen las historias que venían de la emigración catalana, la historia privada de un país desangrado en la lucha entre caudillos y el punto de vista de género, donde Adelaida Báez es un ícono de la época, de su gente y  sus circunstancias. Ella casó con dos catalanes y su propia vida personal se entremezcla  a esa historia de la emigración catalana a mediados del siglo XIX.

Por sus vínculos con Miguel Aurich se adentró en la historia de una familia que arranca de un condado en la Baja Sajonia en Alemania, trashuma a Cataluña y se desmadra como un río en el  Caribe.

En ella se sintetiza la historia de un contador catalán, las guerras de independencia en Santo Domingo, las guerras civiles, la guerra de Restauración, la Anexión, el exilio en Curazao, en un relato donde individuos aislados van tejiendo la trama de una comunidad con sus mitos, su historia, sus tragedias y su humor.

El primer esposo de Adelaida Báez es el fundador de la famila Aurich en República Dominicana. Fue el inmigrante catalán Miguel Aurich y Bras nacido en el pueblo de Mataró en Gerona, España. Llegó al país en 1861 y antes de establecerse definitivamente recorrió Montecristi, Puerto Plata, Baní, Santiago de los Caballeros y  Santo Domingo.

Era  hijo de Miguel Aurich y Raimaunda Bras, naturales de Mataró, tenía 31 años cuando llegó a la isla y casó con Adelaida  Baéz, el 23 de julio de 1867.

Adelaida nació en Baní, el 7 de mayo de 1845, era hija natural de María Regla Báez Castillo.

Esta  nació el 24  de diciembre de 1814 y era hija de Jerónimo Báez Romero y Francisca Castillo. Antes de su nacimiento su madre había casado el 3 de diciembre de 1832, con Juan Bautista Tejeda Brea, y de esta unión nació Manuel de Tejeda y Báez,  su medio hermano que llegaría a ser general de ejército.

El padre de Adelaida fue el general Manuel de Regla Mota y Alvarez, comandante de la plaza de Baní, vicepresidente durante el primer  mandato del general Pedro Santana y posteriormente presidente de la República, en 1856.

El 17 de mayo de 1845, Adelaida Báez fue bautizada en la iglesia de Baní, siendo sus  padrinos Antonio Desape y su tía Manuela Aristy Báez, el sacramento fue dado por el presbítero Andrés Roso, primer diputado de Baní y firmante de la Constitución de noviembre de 1844.

Estaba emparentada con el general Máximo Gómez Báez, su bisabuelo Marcos Báez Arambule tenía por hermano a Pablo Báez Arambule, bisabuelo materno del general Gómez.

Durante los años de la anexión, y en plena juventud fue opositora a la misma y ayudó a los patriotas a luchar por la restauración de la soberanía nacional. Desde muy jovencita, fue a vivir  a Santo Domingo con su tía María Altagracia Báez de Acosta, quien estaba casada con Juan Alejandro Acosta.

Héroe de la independencia, fue el primer Almirante  dominicano de la marina de guerra dominicana y jugó un importante papel en la vida de Adelaida Báez y de su esposo Miguel Aurich Bras.

Aurich fue capitán del ejército español y participó en la colonia española de Melilla en guerra contra los moros.  Manuel Humberto Aurich Gros, el nieto,  relataba la tradición oral que de boca en boca  circulaba,  repitiendo lo narrado por Adelaida Báez, su viuda, que en el frente de pelea, Miguel Aurich había arengado a sus soldados y les había dicho: "El soldado que no avance será fusilado  en contra del enemigo".

Llegó al país en 1861 y antes de establecerse definitivamente recorrió Montecristi, Puerto Plata, Baní, Santiago de los Caballeros y  Santo Domingo.

Llegó al país en los primeros años de la Anexión de la República Dominicana a España, tal vez dentro de esa oleada  migratoria en la que muchos españoles vinieron al Caribe, aprovechando la segunda incorporación del país a la metrópoli.

El 12 de julio de 1867, Miguel Aurich  y Bras hizo promesa de matrimonio a Adelaida Báez. Once días después, se casaron en un matrimonio civil y canónico. Los testigos  fueron el general de la Marina, Juan Alejandro Acosta, tío político de Adelaida y doña  Altagracia Báez, tía de Adelaida y esposa del Almirante, así como Felipe  y Esteban Godoy y Juan Gilbert; el oficial del estado civil fue José Pichardo y el sacerdote Bernardo Pichardo en la iglesia de la Catedral.

El 14 de enero de 1868 nació su único hijo, Miguel Ramón Aurich Báez.

El año 1868 significó para República Dominicana, un año  lleno de intrigas  y conspiraciones políticas  entre diferentes facciones de caudillos encabezadas por  Buenaventura Báez. El 6 de mayo de 1868, asume  el poder Buenaventura Báez, sumiendo al país durante los seis años de su mandato, en un gobierno caracterizado por la persecución y represión constante de sus opositores.

Los fusilamientos y apresamientos se sucedieron ininterrumpidamente dejando a las familias dominicanas sometidas al exilio y la separación.

Miguel Aurich debe tomar el camino del exilio junto al almirante Juan Alejandro Acosta.

Guillermo Alfau Pumarol, nieto de Adelaida Báez  fue un testigo de primer orden  que  ayudó a develar la incógnita del destierro de Miguel Aurich.

Según investigaciones en el Archivo General  de la Nación, se encontró una carta en el archivo  del Ministerio del Exterior, enviada  por el Consulado Dominicano en Curazao, fechada el 11 de noviembre de 1868, dirigida al Secretario de Relaciones Exteriores, Manuel María Gautier donde le adjuntan una lista de personas exiladas en Curazao, entre las que se encuentra Miguel Aurich.

La memoria familiar cree que la razón de su expulsión se debió al parentesco con el almirante Juan Alejandro Acosta, que fue siempre enemigo personal de Buenaventura Báez.

En una carta trágica, por la magnitud de lo relatado, Federico Acosta y Báez, hijo del almirante Juan Alejandro Acosta, escribe  a su sobrino un relato pormenorizado  de los datos históricos de la navegación de su padre con la escuadra dominicana, de las peleas con la escuadra haitiana y de las consecuencias del exilio curazoleño.

(...) "pero como yo no tenía tiempo encargué a mi hijo de crianza y sobrino Miguel Aurich para que en ratos que mi viejo hubiera podido  le hubiera dictado y con su ayuda  llegaron a escribir varios pliegos de papel. En eso enfermó de gravedad siendo Alejandrito Gil Presidente de la República, y vino a ver a mi padre, fue la única atención que tuvo mi padre de los Gobiernos Dominicanos, que si no me tiene a mí mi pobre  viejo hasta se muere de hambre,  pues después que vino de la expulsión de Curazao no tenía  ni con qué comprar un tabaco pero yo ganaba  en la casa Vicini $30 y le dije que no tuviera cuidado que con eso viviríamos".

(Carta inédita de Federico Acosta y Báez a su sobrino J. Julio Acosta, fechado en La Romana, 23 de abril de 1930).

Dicen los expedientes  que Miguel Aurich murió de muerte natural, pero la verdad encerrada en el pasado deja intuir que se murió de exilio, de pena, de ingratitud, de lo que se mueren los que se quedan sin patria.

Miguel Aurich  Bras,  murió dos veces. Cuando se fue de España y cuando se fue de República Dominicana. Adelaida Báez,  su viuda, contrajo segundas nupcias  con el marino y comerciante catalán Juan Pumarol, el 16 de agosto de 1872.  Este había llegado al país mucho antes  que Miguel Aurich. Fue partidario del general Pedro Santana, activo y emprendedor comerciante  y  amigo entrañable de Juan Alejandro Acosta. De la unión Pumarol Báez nacieron siete hijos: Federico, Mario, Emilio, Andrés, Ramón Arístides, Altagracia, Julia y Enrique Segundo Pumarol.

Todos hermanos maternos de Miguel Aurich Báez.  En julio de 1896, Juan Pumarol murió en Baní,  a los 75 años de edad. Entonces, Adelaida Báez junto a sus hijos se trasladó a Higüey por recomendación de su primo Federico Acosta Báez, ya que su padre el almirante Acosta tenía tierras en el común de Gato, en Salvaleón de Higuey.

Por más de treinta años, Adelaida Báez, la dos veces  viuda de catalanes, de Aurich y de Pumarol asentó a todos sus hijos, convirtió su familia en una de las más trabajadoras e influyentes de la zona y como la Emily Grierson  de la ficción se trasmutó en la memoria hereditaria y viva del pueblo dominicano.